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domingo, 14 de agosto de 2011

Rienda suelta

El verano es el momento perfecto para entregarse a los placeres. A medida que el sol se acerca al solsticio, en nuestros cuerpecitos empiezan a bullir unas ganas de fiesta que culminaran durante las vacaciones. Ese espacio de tiempo en el que no existen obligaciones y uno se puede abandonar a ser sí mismo sin preocupaciones ni complejos. En ningún otro momento del año nos es dado el placer de mostrarnos medio desnudos y en chancletas sin tener la sensación de haber salido de casa con pantuflas. Es el momento de consentir al cuerpo sus deseos más pretéritos. Sol, arena, líquidos y.... Aquelarre. Fiestas populares, macroconciertos y discotecas repletas de extranjeros. Si, extranjeros, esos ejemplares rubios, altos, colorados y fuertotes. Los acompañan sus homólogas rubias, altas y esculturales, aunque no suelen ser estovo porque van tan borrachas como sus compadres.
Ya volverá el tiempo de embutirnos en la sobriedad de las buenas formas y el decoro. Por el momento puedo hacer como esas rubias, atarme un moño por el que sobresalga una explosión de pelo requemado, calzarme una minifalda que ofrezca mi intimidad y combinarla con un top benevolente en escote. Será divertido beber cocteles de colores imposibles, pero antes tendré que pasar por el centro de estética. El bello de las latinas es algo más evidente que el de una nórdica olvidadiza.

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