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lunes, 15 de agosto de 2011

Pequeños placeres

Que manida expresión el declararse mujer u hombre de placeres sencillos. A todos se nos ajusta a la perfección esa frase. De hecho creo que nos pega y hasta nos aprieta. Porque de ser cierto todo seriamos de lo más felices, sencillamente. Y parece que no es así, con lo cual intuimos cierto error en nuestro presupuesto que, un poquito, nos ahoga.

¿A que llamamos placer sencillo?. Por ejemplo, a tumbarnos en una hamaca bajo un cocotero con un libro en una mano y un Martini en la otra. La estampa, aparte de ser también muy trillada es cualquier cosa menos sencilla.
Veamos, para encontrar una playa con cocoteros habrá que cruzar un océano. Para lo cual necesitaremos dinero (y no precisamente poco estando como están los carburantes). Una vez realizada la transferencia, si el periplo transoceánico pretende llevarse a cabo durante el verano habrá que salvar otros obstáculos que se podrán dar a la vez o alternativamente dependiendo de la estrella del viajero: pérdida de equipaje, quiebra de nuestra compañía de vuelo y huelgas del personal a cargo de la trashumancia veraniega.

Si nos encontramos entre los afortunados que han superado la Odisea y como aquél Ulises alcanzamos por fin nuestro destino, tengamos en cuenta que para que la hamaca, el coctel y la palmera ejerzan su influencia deberemos evitar a toda costa los complejos hoteleros. Esto nos lleva al inicio de la aventura, ya que si no hemos previsto el comportamiento humano a la hora de hacer nuestra reserva y nos hemos dejado tentar por algún Ofertón, cuando lleguemos al otro lado de charco nos encontraremos en un hotel tomado por familias numerosas y hordas de chiquillos jugando a la pelota. Dos colectivos descontrolados que solo acceden a un lapso de disciplina cuando llegan los animadores del hotel con los bafles y los ponen en fila para acometer la sesión de aqua-gim a ritmo estridente.

Llegado este punto es cuando no preguntaremos que hacemos allí, porque nos habremos gastado semejante dineral para venir a esta parte de mundo. Nos recordaremos que esto no está hecho para nosotros, porque nosotros somos gente de placeres sencillos. Que nos habría bastado con pasar las vacaciones en casa, repanchingados en nuestro salón sorbiendo una cerveza.

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