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miércoles, 9 de octubre de 2013

Manhattan o fundación mítica de una Isla







Resulta imposible describir Manhattan sin caer en lo cinematográfico. El celuloide nos ha dado ya todos los símbolos de la Isla del sueño americano.  Y ninguno resulta tan evocador como la imagen de sus alcantarillas humeando.

Calles de Manhattan


Podríamos, pues, comenzar el relato paseando por entre el vapor que rezuman sus calles. No será difícil construir este deambular.  La memoria nos llevará a los barrios inmortalizados en las películas y  nos traerá  la imagen del  transeúnte sospecho, la del urbanita, la del intelectual o la de la delicada Audrey Hepburn mordisqueando su desayuno en Tiffany. 



Aunque quizás es mejor que empiece por el principio. Como suelen hacerlo las viejas películas, los cuentos y todos los clásicos.

Manhattan es una isla apepinada, separada del Bronx en el norte por un estrecho y acabada, al sur, con una lengua que lame la Bahía de Nueva York. Flota flanqueada por dos ríos y está rellena de rascacielos. A pesar de estar construida hasta los bordes es un lugar espacioso debido a las enormes avenidas que la atraviesan en perfecta vertical. Alrededor de doscientas calles suben ordenadamente desde Wall Street hasta Inwood Hill Park para trazarse perpendiculares a estas Avenidas. Broadway se atreve a romper semejante geometría urbanística cruzándola en diagonal y formando en las intersecciones emblemáticos lugares. Como Union y Madison Square. En el centro de la Isla se extiende como una gran alfombra Central Park. Un rectángulo perfecto, tupido y verde.

Central Park

No parece que este pedazo de tierra acabara siendo isla por convicción. Más bien es fruto de algún proceso natural involuntario. Tres de sus lados siguen muy cerca de tierra firme, y como si a la masa desprendida le hubiera dado miedo continuar con su naufragio, se ha sujetado al Continente con numerosos puentes.  Se me antoja que primero se separó de Broklin y de Queens, y que después las corrientes de agua y el peso del hormigón acabaron por romper el último nexo que la unía al continente.  Como se rompe una galleta.




Panoramica de la Isla de Manhattan

Una vez a la deriva Manhattan tuvo que reinventarse y rellenó sus barrios de las gentes mas variopintas.  Así llegaron la comunidad negra, los bohemios, los brokers,  los judíos y las estrellas de cine. 




     
Vito Corleone en Little Italy


Confundido entre todo este trajín apareció también en la Isla un pueblo silencioso y discreto proveniente de los confines que se asentó justo encima de Lower Manhattan para fundar China Town.


Calles de Chinatown

Hoy por hoy la comunidad asiática ha desbordado las fronteras de su barrio original y ya ocupa parte de los distritos vecinos. De modo que se puede llegar a China Town sin necesidad de mapas. Basta con ir siguiendo las primeras tiendas de productos asiáticos  con las que vas topando. 

Poco a poco la concentración se hace más evidente hasta encontrarte  en un mundo sin referentes occidentales. Los ancianos interrumpen su lectura de la prensa (en alfabeto chino) para invitarte a entrar en establecimientos de aspecto familiar. Dentro,  dependientes de edades inconcretas saludan cabeceando como ardillitas y ofrecen ceremoniosos sus productos. Las tiendas están atiborradas de verduras de todas clases. Hojas que a pesar de parecer acelgas son demasiado pequeñas, cominos, una variedad impensable de raíces, pepinos que no los son, coles de varios colores. Frutas de mas colores todavía. Pescado, carne, pastas. Y una enorme cantidad de puestos de comida que anuncian incógnitos menús garabateados en su alfabeto. 

Comercio en Chinatown

Este barrio es un movimiento constante de gente menuda que conduce su comunidad como un hormiguero caótico aunque perfectamente funcional. En este pedazo de urbe los turistas orientales, armados con sus cámaras y sus sonrisas complacientes, se distinguen de los habitantes autóctonos lo mismo que cualquier occidental.  

Comercio en Chinatown

Columbus Park es un centro de reunión al aire libre para los jubilados de China Town. Allí juegan a las damas o al póker sobre las mesas de piedra del parque. La mediana de edad oscila alrededor de los 65, aunque también los acompaña algún congénere mas joven con pinta de estar desocupado (estado excepcional entre esta comunidad). Las timbas están extrañamente acompañadas con las notas de una flauta que adormece el ambiente. Aunque el juego es protagonista e impone su rigor, la edad de los jugadores, su mirada oriental y el aire libre tornan  la competición inofensiva. 


El juego en Columbus Park

El mercado negro de artículos de lujo confeccionados o almacenados en las trastiendas constituye otro de los espectáculos del barrio.  La oferta es un bombardeo constante. Los vendedores ofrecen Rolex falsos como quien ofrece jaco, susurrando la mercancía al oído de los transeúntes. Los asiáticos (y los negros) que venden esta mercancía tienen tomadas las calles. En Canal Street se cuentan por decenas. Llevan la mercancía guardada muy discretamente, en una pequeña bolsa opaca o incluso en los bolsillos. Los encargados de estas cuadrillas (como si de chulos se tratase) esperan a los distribuidores en los portales para recoger las ganancias y abastecerles con el resto de mercancía que espera escondida a resguardo de las redadas policiales.  

Al llegar la noche el trapicheo queda velado por la espesa niebla. Las tiendas continúan abiertas pero el hormigueo desaparece. Todo se vuelve gris y frío excepto el subsuelo, que sigue exhalando sofocantes bocanadas de humo. Es el momento de cambiar de barrio y buscar algún lugar que ofrezca refugio nocturno. 


Old Town in Sin City


Otro movimiento demográfico que llenó  Manhattan de magia y color fueron los negros (como se les llamaba en tiempos de incorrección). Ellos también cruzaron los puentes para instalarse en la tierra prometida y  con su risa rítmica y unplugged hechizaron la Isla por completo. Fueron los que le infundieron el hálito vital. Las negras, llenas de paciencia y de sonrisas,  llegaron luciendo con orgullo animal sus moños: auténticos trabajos de orfebrería. Ellas pusieron de moda la decoración de las uñas, las cenefas, los labios y la carne. Y contagiaron el ambiente con sus cantos y el devaneo de sus traseros.

Billie Holiday

Aunque están esparcidos por todo Manhattan, tradicionalmente y en esencia debemos buscar a la población negra en el Harlem. Este barrio ofrece la oportunidad de observar como esta raza, más que ninguna otra, lleva el impulso de la vida en las venas. Para comprobarlo solo hace falta presenciar como allí la comunidad Baptista reza a su Dios. 

Mujeres en el Harlem (esta imagen puede estar protegida por drchos. de autor)

Es el mismo que el Nuestro pero no tiene nada en común,  ni con nosotros ni con las congregaciones baptistas de comunidades no negras. No es lo mismo un Thank You Jesus o un Aleluya a grito de gospel que pronunciado desde las sotanas los reverendos hispanos.

La cultura africana sabe llegar al alma con la música (soul, jazz, góspel) y alcanza el éxtasi sin necesidad de psicotrópicos cuando le pone danza.
Si el lector quiere aliviar las penas sugiero asista a una misa en el Harlem y se deje llevar hasta exorcizar todas las tensiones que tan civilizadamente contiene. 

U2 con el coro de una iglesia 

Además de los asiáticos y los negros, en Manhattan se afincaron entre otros, hispanos, europeos  y judíos. Una vez las comunidades fundadoras ya estuvieron asentadas en la Isla, y las nuevas generaciones diluyeron las fronteras entre razas culturales, germinó el cultivo y el intercambio de costumbres dio lugar a la vanguardia.


detalle balcon en Lower East Side
(esta imagen puede estar protegida por drchos. de autor)


LES (acrónimo de Lower East Side) es supuestamente un barrio judío, pero le sucedió lo que sucede a todo aquel que se abandona a la modernidad. Perdió  la personalidad a la vez que su condición de gueto.  El resultado es difícil definirlo con adjetivos excluyentes. Dejémoslo en que LES es un barrio moderno. O incluso más aún, pues sus pretensiones cosmopolitas apuntan a lo snob.  Y esta pretensión arrastra, por supuesto, mestizaje y zaleo nocturno. Además de toda aquella comunidad gay que encuentra refuerzo en la las tendencias.

El habitante del LES ha de ser alguien que se atreva con cualquier cosa a condición de que sea estridente.  Gorros de gánster con plumas, maquillajes asimétricos, faldas siniestras o camisas con churrera. La única consigna válida es la de distinguirse.          

Detalle fachada en el Lower East Side 

Sus intenciones de modernidad también se aprecian en los grafitis y en una mezcla de tiendas excéntricas que se precipitan en lo freak en su desesperada cruzada identitaria. Bares que rezuman alcohol comparten acera con pastelerías rococó, colmados y boutiques de ropa reciclada. Vinacotecas, tiendas de mobiliario vintage y cafés naíf.  En resumen, el LES es un barrio tan moderno que continuamente corre el riesgo de pasar de moda. 

La Balada de Lower East Side (Michael Monroe)

Mas refinada resulta la población de Tribeca y la  del Soho o cuando menos mas glamurosa la hacen parecer sus establecimientos de diseño, las galerías,  la ropa,   y  los bares de copa con servicio de pitonisa.

En estos barrios los giros estéticos dan como resultado cualquier cosa que se pueda imaginar. Y aunque en ocasiones la explosión conjunta de tan dispares conceptos pueda parecer caótica, cierta corriente de gusto los une y los hace sugerentes.

Con la vanguardia, el mestizaje y el dinero,  también llegó a la Isla el arte. Y se asentó en los museos de referencia  (el Metropolitan, el Moma…) como los dinosaurios lo hicieran en el de Historia Natural.

Pero a la sombra del arte mayúsculo y de los galeristas de caché que iluminan el  Soho, Manhattan acopia una cantera artística sorprendente. Tanto por su frescura como por su capacidad de sobrevivir en los lugares mas insospechados. Como en la zona de Chelsea. Donde la industria ha ido abandonando los edificios de ladrillo y  entre talleres mecánicos todavía en activo, se instalan minúsculas galerías independientes de bajo presupuesto. Han colonizado los deteriorados inmuebles para colocar las exposiciones de las nuevas promesas.  Son lugares ideales para  percibir  la fuerza de un artista en busca de su propia voz.  Un alarido artístico dentro de un edificio con goteras que pierde calefacción por las juntas de los ventanales. 


Galerias de arte alternativas en el Barrio de Chelsea


El arte, como la vida, siempre prospera. Manhattan respira, exhala a través de sus grietas y fiel al mito se reinventa para continuar rodando.

Así se fundó esta Isla. No porque sea cierto, sino porque el visitante lo recuerda de este modo. Porque la absorbió la ficción y quedó atrapada en la bobina de nuestro imaginario como la cinta del celuloide.


Manhattan, de Woody Allen

Miss Plumtree

1 comentario:

  1. Fresca, divertida, de ensoñación, ... son algunos de los adjetivos que se me ocurren para la lectura de este fabuloso texto, que enamora sin escrúpulos ...

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