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jueves, 8 de noviembre de 2012

Por amigo quiero a Sam



Hubo un tiempo en que para regentar una Panadería te tenían que haber bautizado Mari. De lo contrario te veías obligada a dedicarte a otra cosa.  Por aquel entonces, desconozco los motivos, todas las panaderas se llamaban Mari, los dueños de Bar Manolo y las Antonia eran mujeres con bigotes.

Y es que hay nombres que tienen un lugar concreto en el mundo. Las Sara son folclóricas, los José carpinteros, las Rita un poco ligeras y Lucrecia es, con independencia de cuerpos y estilos, nombre de Diva. Por las mismas razones cuando te llamas Sam eres portador de amistad.
   
Los Sam están bendecidos con el poder transformador de la amistad.  Lo demostró Tolkien con la peripecia del anillo maldito y nos lo recuerda de nuevo Geogre R.R. Martin en  Samwell Tarly. Sam es lealtad y transparencia. O sea, confiable y confiado. Lleva consigo el material genético necesario para construir relaciones.

Le interesan las personas, es indiferente a la competición y aunque se cree un cobarde es el único personaje de Martin con agallas suficientes para mirar de frente su debilidad. Para mi es el Cuervo con mas sentido de servicio. Al extirparle de niño el ego es ahora libre del peso de la vanidad, es fiel a sus valores y pone industria y empeño al servicio de la causa.   

Los Cuervos necesitan hombres como Sam, para que velen por todo lo que va más allá de ellos mismos.  Jon Nieve necesita a Sam, para que le señale todo lo que él por si solo no es capaz de mirar. Sam es lo que necesitamos todos para volver a confiar, ya no en los hombres,  si no en su capacidad de humanidad.

Miss Plumtree

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