Secciones

jueves, 24 de enero de 2013

2989 R

la imagen puede estar protegida por derechos de autor

Hace mucho tiempo, cuando todavía existían las horas viví en el futuro. Era un lugar metálico y anguloso, todo grises. Oscuro después del sol. Dentro de la cápsula, detrás de mi puerta encendía la pantalla para mirar fuera: Algún congénere colgaba la ropa en el tubo interior, avances en el descubrimiento de la vacuna del sueño, las prestaciones del nuevo BM WWW, nuevos ruidos y olores cercanos a la tonalidad verde. La pantalla mostraba sin pausa los avances del mundo. Yo imaginaba mi nombre y pensaba en que  ya no nos  moríamos con la facilidad de antes. Me quedaban recuerdos. Muy pocos. Supongo que valía la pena, en el futuro vivíamos más.  Más años, más gente. Y vivíamos mejor. Gracias a la tecnología y al milagro de la medicina. Prohibieron recrear la psicodelia pero a pesar de la ilegalidad la química todavía nos brindaba oportunidad de ser felices. Algún rato.

Para sobrevivir siempre hay que morir un poco. Dejar cosas atrás. Teníamos que olvidar y nos quitaron el nombre para facilitar el borrado. Aun así a mí todavía me quedaban algunos recuerdos del pasado. Entonces.  Ya no.  Con las cosas y los peligros bajo control vivíamos más seguros. Las puertas dentro de los inacabables pasillos nos protegían de casi todo. De lo desconocido. Del dolor.

Todo estaba ordenado en pasillos. Largos hasta el infinito, para poder guardarlo todo. A todos. Con puertas a ambos lados que daban a las cápsulas. Cerradas. Estaban  numeradas y con una letra al final de cada número. Los pasos de la gente que caminaba por los pasillos retumbaban en las paredes hasta que se fundían con el zumbido eléctrico.

El zumbido eléctrico se engancha a la piel con facilidad. Y da mucho miedo.

Yo solo me sentía a salvo al abrir un libro.

A veces llamaban a la puerta.

Miss Plumtree

No hay comentarios:

Publicar un comentario