A propósito de Llewyn Davis, la última película de los
Hermanos Coen, nos acerca a la vida del nominado en el título, un cantante de
folk y artista excepcional de profesión fracasado.
A propósito de Llewyn Davis (trailer)
Digamos que Ethan y Joel no hallan motivos en este mundo
para tanta alegría desmedida y prefieren desbordarse ante la experiencia del
fracaso. Por eso igual que hay quien filma el robo impecable o el asesinato
perfecto ellos se han especializado en demostrar la conquista de la
derrota. Maridos despechados que no
alcanzan ni a corregir ni a vengar su insatisfacción conyugal (Fargo, El hombre
que nunca estuvo allí, Un tipo serio), asesinatos sin muerto (Blood simple) o
muchos secuestradores para ningún rehén (El Gran Lebowski), toda su filmografía
se encarga de narrar la aventura imposible. Sea ejercer de asesino, escribir
una historia, cuidar de un gato o retener a tu adorada mujer. Sus historias
nacen de errores y crecen en una confusa mezcla de despropósito y mala suerte.
Ulysses Everett McGill
A ningún amante de la épica se le hubiera ocurrido
convertir a Ulysses, el carismático héroe clásico, en un villano. A los Coen si.
En O Brother lo vistieron de presidiario y lo embarcaron en la Odisea de volver
junto a una Penélope que lo repudia. En el caso que nos ocupa, la historia de
Llewyn Davis, la intención no es la de
recrear al antihéroe que ha de contraponer a los valores de coraje i
virtud los de los simple hombre corriente, si no de mostrarnos el espíritu de
un perdedor auténtico.
En este sentido Llewyn se halla muy próximo a Barton Fink,
otro artista incomprendido que a pesar de sentirse llamado a ofrecer arte
mayúsculo se ve relegado a escribir un guion al uso para una película mediocre.
Dos artistas sin posibilidad de desplegar su arte. De hecho Llewyn podría haber
sido una de las creaciones que el dramaturgo Fink esperaba dar al mundo, pero
esto hubiera supuesto el triunfo de Barton, colofón impensable para una criatura de los Coen.
Barton Fink
De fondo una de las penas que consume el alma, Llewyn no
acepta el suicidio de su compañero artístico. Es un hombre hundido, sensible,
incomprendido y solo que quema cualquier oportunidad que le salga al
rescate. Rechaza la propuesta del
productor de Chicago, cede royalties, mantiene una relación familiar sin
arraigo, es incapaz de avenirse con sus iguales bohemios y rehúye una amistad confortable en el Upper West Side. Le
salva de la desconexión definitiva un gato, el último enlace de Davis con el
orden de la normalidad.
Llewyn Davis
Este año, los Hermanos de Minnesota han unido a su
fascinación por la derrota otra de sus pasiones, la música country, para hacer
con su película lo mismo que Llewyn hace con el folk, expresar su arte sin
atender al dictado. Y es que la música de folk no vende, como tampoco gusta el
fracaso humano. Pero en esta vida todo es cuestión de suerte, los Llewyn, los
Barton, lo Gopnik, los Coen lo saben. Antes había una Diosa encargada de
repartirla, ahora también de eso se ocupa el mercado.
A pesar de que en esta última película el anhelo rebelde de
los cineastas se muestra menos travieso, rendido al corazón del perdedor que
toca sus canciones favoritas, no faltan los detalles que definen su cine:
diálogos (y silencios) desquiciados pero elocuentes, personajes tan excéntricos
como carismáticos, un buen sombrero, un viaje. Ni ese humor negro que le viene
tan a pelo al infortunio.
La condena de Barton Flint fue la de seguir contratado
hasta que escribiera algo a gusto de la industria. La de Davis es la de
continuar viviendo sin esperanza:
Gin: ¿Tú no piensas nunca en el futuro?
Llewyn: ¿Te refieres a coches que vuelan?
Miss Plumtree
Estoy deseando que los Coen hagan otra peli, sólo para leerte. ¿Será esto arte?
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