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sábado, 30 de junio de 2012

La ficción de Haruki Murakami



Es difícil deconstruir los relatos de Murakami para interpretarlos  fuera de la ficción. Al menos es imposible hacerlo al nivel que merece su literatura porque Murakami no  puede reducirse al análisis. Por ello mi propuesta es  dejar constancia de lo que para mi supone su lectura. Evitaré de esta forma a mi reseña pretensiones muy técnicas y concluyentes y podré abandonarme a mi filia sin rubor disfrutando una vez mas del universo de Murakami solo que hoy desde este lado, el del narrador.

Murakami me deja tan dentro de mi misma que me cuesta trabajo volver a la superficie después de sus lecturas. Y para escribir, para explicar algo, es necesario situarse justo detrás de esa membrana que nos separa de los demás, pero no mucho más lejos. De otro modo corremos el riesgo de alimentar nuestro discurso interno en sentido centrípeto sin ser capaces de transmitir a los demás las sensaciones que mueven esa espiral. 

No sé cómo lo hará Murakami.  Para el no parece impedimento el estar siempre habitando lugares profundos. Una vez le leí en una entrevista que cuando escribe viaja al lado oscuro de la conciencia. Entiendo entonces que la dirección de su viaje ha de ser la contraria a la del mio. Para escribir yo necesito vislumbrar la superficie, él se sumerge hasta lo mas hondo. De ahí el relieve de sus personajes, supongo. Se adentra tanto en su interior que parece flui por su riego sanguíneo.

Desde el descubrimiento fortuito de Sputnik mi amor (aún recuerdo la tumbona y el rincón de patio donde sucedió este encuentro) mi rumbo literario se vio condicionado por la curiosidad de continuar explorando las obras de Haruki Murakami.  A medida que fui consumiendo sus libros, uno detrás de otro, elevé  la figura del escritor nipón a la categoría de referente.  Lo puedo resumir en una declaración simple:   A partir de sus lecturas supe que libros me hubiera gustado escribir a mí, los suyos.

Puede parecer una afirmación presuntuosa o incluso cursi pero en realidad responde a otro tipo de impulso. Es algo más cercano a un hallazgo, al descubrimiento de lo que como escritora me hubiera gustado revelar. A mi forma de entender un mundo literario completo,  singular e íntimo. Antes de empezar con sus libros no podía inclinarme por ningún escritor en concreto a la hora de responderme que me gustaría escribir.

Del mismo modo que como lectores nos reconocemos en  los personajes de ficción, los escritores (escriban o no)  pueden verse reflejados en la omnipresencia del narrador. Esto ocurre muy pocas veces, al fin y al cabo es una conexión. Y las conexiones solo se dan cuando los nervios del destino coinciden en un punto preciso a una hora concreta. O cuando se abre una oportuna y misteriosa grieta que deja entrever aquello que hasta el momento había permanecido oculto. 

Una constante en las historia de Murakami es la idea de que en determinado momento el mundo fisura, abriendo una puerta que conecta con el otro lado. Este pasaje secreto varía de un libro a otro:  Puede ser el cuerpo de un cadáver en 1Q84, una enorme piedra en Kafka en la Orilla,  una pieza musical,  la escalera de emergencias de una autopista, el remolino de agua en un lago, el teléfono, una Isla, un pájaro que con su extraño piar da cuerda al mundo … Y la luna, que comunica los mundos  en Sputnik mi amor, en 1Q84 i en algunos de los relatos cortos. Las puertas toman diversas formas pero los mundos paralelos son denominador común de todas sus creaciones.



La mente pura de un bobo también es utilizada de forma recurrente como canal de conexión entre mundos. El escritor dota a los seres sin facultades,  inconscientes o retrasados  de poderes especiales que no están al alcance del hombre racional (Nakata, el tonto de Kafka en la orilla que habla con los gatos es el único que puede cerrar la puerta por donde se cuela una viscosidad fantasmal impropia de este mundo).   Los bobos o seres de alguna forma vacíos suelen ser cuerpos que albergan una conciencia con poder organizador (el padre de Tengo, en coma, es el vacío que hará posible el encuentro entre Tengo y Aomame). Son receptáculos de una pureza inmaculada que sirven de vehículo a las órdenes  del Universo (como Fukaeri, el recipiente que hará posible la conexión física entre Tengo y Aomame en 1Q84). Y aunque estos conceptos son, sin duda, peligrosamente espirituales, en los relatos del Japonés nunca se tiñen de misticismo. Al contrario, suceden como hechos sencillos, naturales y tan obvios que tornan este irracional en algo empírico aunque mágico, imprimiendo a la obra el desconcertante misterio Murakamiano.

Las historias de Haruki Murakami empiezan cuando la lógica del raciocinio se somete a la intuición. Por ello necesita de personajes que sean capaces de hacer un uso extraordinario de las facultades inconscientes, seres con una inteligencia que no haya sido amputada por las pautas de la razón.

Son personajes especiales, solitarios que con el aislamiento han aprendido a abundar  en los talentos a los que la población socializada no tiene tiempo de dedicarse: observar, intuir, ahondar en la tristeza. Personas que no tienen a nadie en el mundo mas que a ellos mismos, individuos que la sociedad ha atomizado y que solo aspiran a habitar el santuario de su propio mundo: el fin del mundo en el caso del personaje que habitaba el Despiadado País de las Maravillas, un pozo en el de Tooru Okada, Creta en Malta, o Cinnamon que se  recluye en su silencio y en las artes después de haber perdido el habla a los seis años.

Las relaciones entre estos personajes no pueden pues ser producto de un vínculo social, ni responden a  una fórmula química, ni al encadenamiento lógico y deductivo de hechos. Los vínculos son mas bien producto de una conjunción casual extremadamente precisa y fortuita, como el choche de dos moléculas en el universo. O un proceso similar al de las mutaciones genéticas. 

Estos son los actores que necesita Murakami. Aquellos que puedan entregarse sin reservas a poderes organizadores desconocidos, que presienten cuando la conexión entre los dos mundos está abierta y que son capaces de reconocer la alternancia de realidades con naturalidad. Es el caso, por ejemplo, de Creta Kanoo en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, quien traspasa conciencias, encuentra cosas perdidas y se introduce en los sueños de Tooru Okada para ayudarle a resolver los extraños sucesos de su vida.


Seres, en fin,  que no se rompen al ocurrir lo inexplicable si no que se adaptan cuando el mundo empieza a distorsionarse. La naturalidad con la que aceptan los acontecimientos hace entrar en credibilidad al lector que acaba convenciendo de que esa otra dimensión existe y que solo es preciso estar atento para que se revele. Solo hay que observar el entorno con sutileza: cerrar el libro, escuchar el reloj marcando el silencio, entornar los ojos y escudriñar la sala para descubrir por dónde podemos colorarnos al otro lado. Tic tac.

Para conseguir el tránsito una de las cosas más importantes que cuestiona la ficción del Japonés es la línea cronológica de la temporalidad. Sobre todo en 1Q84, donde se enfatiza el efecto dando una numeración análoga al año 1984 para crear ese paralelismo (en japonés la letra Q i el número 9 se pronuncian igual). Así 1984 discurre por la conocida (por la empírica) linealidad del tiempo. Mientras que 1Q84 es el desdoblamiento de ese tiempo, esa otra dimensión en la que aparecen los personajes después de cierta distorsión del mundo. Un mundo paralelo que avanza como un tren descarrilado.

Cuando los protagonistas entran en Q las cosas empiezan a cambiar.  Como cuando en los sueños el entorno conocido se transforma, se distorsiona y aparecen detalles descontextualizados de repente. Hay que observar los pequeños cambios:  un libro extraño en la estantería, pinceladas diferentes en un cuadro conocido o un cambio en el rictus de una foto.  Quizás deberíamos parar los relojes para encontrar la puerta. Tic…

Nada he dicho de la destacada habilidad del nipón para encerrar historias unas dentro de otras. O para proyectar  tramas. Para trenzarlas y deshilvanarlas capitulo a capitulo como entre sus agujas las poderosas Parcas tejen el destino. Ni de lo fácil que le resulta  crear atmosferas de una irrealidad real, siempre bordeando el precipicio del inconsciente.



Porque para mí, lo más sorprendente de Murakami es su talento natural para explicar las fuerzas invisibles que gobiernan el mundo.  Nos sujeta la creencia de que vivimos asentados sobre premisas ciertas, sobre cimientos incuestionables. Murakami baja al pie de esos cimientos  y observa los enormes pilares desde el frio de la nada. En definitiva lo que nos cuenta Murakami es que el mundo no cierra del todo.

Miss Plumtree

sábado, 9 de junio de 2012

Esperanza Aguirre reconoce: “A mi me hubiera gustado ser Torera”

La Presidenta de la Comunidad de Madrid fue una de las víctimas del método de educación franquista. “Eran otros tiempos” recuerda Esperanza. Por aquel entonces el bachillerato femenino se centraba en hacer de la mujer una digna madre y esposa y fuera de las tareas domésticas las posibilidades profesionales se reducían a enfermería, cocina o costura.

Pero el temario de la Sección femenina de las JONS no medró el ánimo de la Condesa de Murillo, pues a pesar de haber nacido mujer siempre sintió que su cuerpo albergaba un alma masculina. Y aunque la condición de dama le impidió realizar sus sueños (quiso ser novillera desde que tiene uso de razón) supo labrarse una carreraexitosa lejos de los fogones.

En la intimidad Esperanza practica la lidia del Toro como hobby. “Me desestresa” dice. “Tengo amigas que van a la escuela de tiro, al pádel o que toman clases de esgrima, yo en cambio solo descargo adrenalina ante las astas de un Toro”. “Tengo una excelente técnica y hago virguerías con el capote”. La presidenta cuenta entre sus fantasías la de vestirse de luces y protagonizar las corridas de San Isidro bajo el pseudónimo de Espe.

Puesto que en la lidia el género femenino tiene pocos números de prosperar, Esperanza optará a la presidencia Europea, una vez se ha demostrado que los mejores candidatos al puesto son las mujeres rubias de mediana edad que se atreven a vestir falda aún a riesgo de enseñar los huevos.

Miss Plumtree