En las épocas medievales se disputa mucha batalla. Primero para defender
tu terruño y después, según la ambición de cada cual, para conquistar terruño
ajeno. Y como no se pueden acometer estas contiendas en solitario y te
encuentras con que “la gente colabora
cuando le viene bien, es leal cuando le viene bien, ama cuando le viene bien y
mata cuando le viene bien” (leyenda allende del Muro) , el primer asalto
consiste en encontrar partidarios. Y cuando los tienes, en convencerlos de que lo pongan todo al
servicio de tus propósitos. Complejo.
Por eso se inventaron las arengas y los masters en liderazgo.
Fuck the Guard, fuck the City,
fuck the King,
la sinopsis del hartazgo
de lealtad de Sandor Clegane.
Solo Robb, el gallardo
príncipe del Norte goza del romántico privilegio
de ser coronado por sus vasallos:
Los norteños no tienen espacio ni para la frivolidad ni para el placer. Son como las religiones. Viven con la carga de la perfección y solo saben tomarse la vida en serio. Los Stark se sirven del honor, la lealtad y la justicia para reclutar seguidores. Valores muy nobles pero, como toda carga moral, orientados a predicar incuestionables deberes hacia la causa de lo establecido.
Los norteños no tienen espacio ni para la frivolidad ni para el placer. Son como las religiones. Viven con la carga de la perfección y solo saben tomarse la vida en serio. Los Stark se sirven del honor, la lealtad y la justicia para reclutar seguidores. Valores muy nobles pero, como toda carga moral, orientados a predicar incuestionables deberes hacia la causa de lo establecido.
Robb apela a las
virtudes de sus norteños y confía el resto a la táctica militar. Es un gran
general y al igual que Jon Nieve “No
sabe nada”. No conoce las verdaderas
pasiones de los hombres. No sabe del sol de verano. Ni de vicios. Ni de
incesto, ni de demonios. Ni de traiciones.
La partida que se juega
en Canción de Hielo y Fuego proporciona un catálogo de situaciones en las que
observar cómo hay que entregarse sin descanso a convencer a los demás. A veces
hace falta un buen discurso, otras resulta más convincente la astucia.
Artimañas de una loba
En los siete reinos no solo tienen que ejercitarse en el juego aquellos que pretenden ganar, si no todos los que por suerte, casualidad o desgracia se encuentran en el tablero. Incluyendo mercenarios, putas o niñas huérfanas, quienes deberán intrigar para salvar la vida y procurarse sustento. Porque a sus señores lo único que les importa es el Trono. Todo lo demás (eliminar rivales, el amor fraterno, el otorgar favores, el captar adeptos y las fiestas y los casorios) son efectos de esta empresa principal.
Para asegurar la lealtad
de los fieles se les arenga y van regios
al combate con la promesa de gloria, oro, títulos… y se asegura un poco más su entusiasmo apelando
a sus miedos. Con los que se resisten, igual que con los enemigos, se recurre a
mecanismos más sofisticados. Porque hay
batallas que se deciden en la arena y hasta las hay que se ganan en el púlpito pero
las más eficaces son las que se baten con el arte de la dominación.
Poder es poder
Lord Tywin es un maestro del oficio. Mueve los hilos, engrasa los ejes,
mantiene la máquina de su dominio siempre en marcha. Sabe que el enemigo es
doblemente peligroso si duerme en casa y extrema al máximo las precauciones
cuando se trata del legítimo sucesor. Un
hijo es el relevo natural y el poderoso
nunca permite ser reemplazado. Es la dinámica del poder: antes muerto que
depuesto.
“-… Quiero que, en presencia del
reino, proclames que soy tu hijo y tu heredero legítimo.
Los ojos de Lord Tywin eran de un verde claro con puntitos dorados, tan
luminosos como implacables.
-Roca Casterly –declaró con una voz llana, fría y apagada. Y añadió:
Nunca.
La palabra quedó colgando entre ambos, enorme, hiriente, emponzoñada…
-¿Porqué? – se obligó a preguntar (Tyron) aunque sabía que se arrepentiría.
-¿Aún lo preguntas? ¿Tú, que mataste a tu madre para venir al mundo?
Eres una criatura deforme, taimada, desobediente, dañina, llena de envidia,
lujuria y malos instintos. Las leyes de los hombres te dan derecho a llevar mi
nombre y lucir mis colores, ya que no puedo demostrar que no seas mío. Para
darme lecciones de humildad, los Dioses me han condenado a ver cómo te
contoneáis, mientras exhibes ese orgulloso león que fue blasón de mi padre, y
de su padre antes que suyo.”
(Tyron reclama su herencia en de Tormenta de Espadas)
Cuando son las mujeres las que pretenden el trono siempre se topan con
algún varón dispuesto a recordarles
que el mando no es tarea muy
grata, que entraña más martirio que satisfacción y que teniendo la posibilidad
de recrearse en la paz doméstica no hay necesidad de dedicar la vida a dirigir
ni Empresa ni Khalassar. Que el poder es cosa de hombres, vaya, como el
Soberano.
Pero tal y como Cersei muestra a Meñique, el poder es poder. No tiene
normas ni género, ni en los siete reinos ni en ninguno de sus infiernos. La
aparición del padre-protector no es más que otra táctica para eliminar a un
rival. Las arengas a las mujeres van
dirigidas a disuadirlas de su aspiración defendiendo que el recorrido
profesional femenino va de la sábana al pañal.
“Ser Kevan estudió su rostro un largo momento antes de responder—. Me
pides mucho, Cersei.
(Cersei le pide a Ser Kevan que sea la Mano del Rey)
—No más que mi padre.
—Estoy cansado. —Su tío cogió la copa de vino y bebió un trago—. Tengo
una esposa, … un hijo muerto al que
llorar y otro a punto de casarse…
Lancel necesita mi ayuda.
—Tommen también. —Cersei no había pensado que tendría que convencer a
Kevan. «Nunca se hizo de rogar con mi padre»—. El reino te necesita.
—El reino. Claro. Y la Casa Lannister. —Bebió otro trago—. Muy bien. Me
quedaré y serviré a Su Alteza, el Rey...
—Excelente —empezó a decir ella, pero Ser Kevan alzó la voz para
interrumpirla.
—... siempre que me nombres Regente además de Mano, y te vayas a Roca
Casterly.
Durante un instante, Cersei no pudo hacer nada más que mirarlo.
—La regente soy yo —le recordó.
-Lo eras. Tywin no pensaba dejarte seguir en ese cargo. Me contó que planeaba enviarte de vuelta a la Roca y buscarte otro marido”
-Lo eras. Tywin no pensaba dejarte seguir en ese cargo. Me contó que planeaba enviarte de vuelta a la Roca y buscarte otro marido”
(extracto de Festín de Cuervos)
Sabiendo lo que le pasó a Lord Tywin, tu alegato, Kevan, es como mínimo
arriesgado.
Melissandre también anhela un imperio. Si consigue el control religioso
acumulará más poder que Cersei, cosa que a la leona, terrenal como es, le está
pasando por alto. Desea sentarse en el trono espiritual del reino y gobernar
todas sus almas. Le es fácil a Melissandre controlar el cotarro. Porque “la noche es oscura…”, porque Stanis
es Stanis, y porque una mujer si es bruja infunde respeto. Su discurso se
parece al de los políticos (todo promesas y trapicheos) pero espolvoreado
con trucos y crepitando en un caldero resulta muy
convincente.
Sea mediante arengas, sortilegios o conjuras todos los aspirantes al gobierno intentan controlar a sus semejantes.
Porque poder es control, dijo Maquiavelo. O información, según Meñique.
Pero poder es poder, dice Cersei.
Y se tiene o no se tiene.
DRAKARIS, dijo la Dragona:
Miss Plumtree
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