Sansa,
instruida para ser damita, perfecta princesa y esposa, cumple con todos los cánones
de sumisión que se esperan de una mujer decente. Es además pelirroja, deliciosa
y olorosa.
La
pobre, a falta de divertimentos más dinámicos se dedica a la costura y a la
lectura devota de los bardos. O simplemente a estar (con actitud de recipiente)
entre brocados, camafeos y telas, consumiendo el tiempo a la espera de
príncipes no solo azules sino además gentiles y poetas.
Pese a
todo y muy lejos de que ella misma lo sepa, esta niña tiene el don de amansar a
las fieras. Una lástima que se conociera tan poco, pues de haber sido
consciente de su fuerza habría aplacado también al monstruo de Joffrey ahorrándose
las mortificaciones con que ese
malnacido (y peor engendrado) la
distraía.
Ya le
podía haber enseñado su madre algo útil a la niña. La Tully sabía de sobras que
tendría que vivir entre lobos. Cuando tantas partes de ingenuidad se juntan con
tantas otras de belleza, el resultado raras veces alcanza el umbral de
inteligencia. Una madre a lo Lady Oleanna sin duda hubiera puesto remedio a
eso.
Sansa
Stark es la prueba de que todavía quedan Princesas.
Miss Plumtree
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